Capítulo 14
Me removí lentamente, sentía los rayos de sol sobre mi rostro y una suave voz llamándome sin parar. Pestañé un par de veces y entonces otra vez – Sophie- Sentí como una fría mano se posaba sobre mi brazo, haciéndome abrir los ojos de golpe. Observe el blanco techo de mi habitación, y sentí esas suaves sábanas tan características de mi cama.
-Vamos Sophie, Dunsfogg te espera – Volteé rápidamente y observe a mi madre sonriéndome radiantemente. Me acomodé en mi cama y observe de nuevo ese blanco techo, tratando de asimilar esas palabras - ¿Sophie?
Sophie: Deja de bromear. Pretendes enviarme a Holanda y ahora ¿Esto? – Dije suave, sin observar a mi madre – No es gracioso Mamá.
Caroline: ¿A que te refieres cariño? – Se acercó más a mí y lentamente posó su mano en mi frente y la palpo - ¿Te sientes bien? – me separé de ella y la observe seria.
Sophie: Me sentiría a la perfección, si no fuera que me iré a Holanda muy pronto – sentencié molesta. La cara de mi madre se desfiguró, mientras se ponía de pie y me tomaba por los hombros.
Caroline: ¿Has estado soñando de nuevo? – Dijo – Sophie, No irás a ningún lugar – Suspiro, para luego sonreír de oreja a oreja – Será mejor que tomes un baño. Dejemos esto, y baja después a desayunar – besó mi mejilla, y sin percatarme salió por la puerta.
Me senté aún pasmada en mi cama, llevé una mano a mi cabeza. Me asuste, no había ninguna herida, ninguno moretón, ninguna razón por la que pudiera haber estado en un hospital. ¿Todo había sido un sueño? ¿De nuevo? No sabía cómo las cosas habían sido, pero si de algo estaba segura era que no iría a ningún lado que no fuera con mis amigos.
Me dirigí a la ducha, abrí la regadera y mientras me despojaba de mis ropas, me observe al espejo. Mi rostro estaba pálido y un raspón se hacía notar a un lado de mi frente. Mi cabello estaba desordenado, pero en ese momento me sentía feliz.
Una melodía conocida resonó en mi habitación, supuse que era mi móvil y comencé a buscarlo. Busqué bajo las colchas, y entonces lo encontré. Sin ver quien llamaba me lo llevé a lo oreja – ¿Aló?
-hola, querida gruñona – sonreí
Sophie: ¡Georg! – Dije alegre – Que sorpresa oír tu llamado.
Georg: Que eres exagerada. Antes te llamaba todo el tiempo, mira que después que no nos vimos, pues vale.
Sophie: Tú mismo lo has respondido – reímos – Y… ¿a que se debe tu llamado?
Georg: Oh, ¿Ahora necesito razones? – Dijo en un tono gracioso – Qué te has golpeado duro, ¿Eh?
Sophie: No recuerdo nada de lo que paso. ¿Tu sí? – un leve bufido sonó al otro lado de la línea, seguido de un silencio dudoso – ¿Georg?
Georg: No sé a que te refieres Sophie, eso de “te has golpeado duro” es un chiste, no más.
Sophie: ¿A que me refiero? Georg, ¿Qué paso después de la fiesta?
Georg: ¿Qué fiesta? – preguntó
Sophie: ¿Podrías parar de responderme con preguntas? – Bufé – necesito saberlo Georg, ¿Qué me ha pasado?
Georg: ¿Un sueño tal vez? – Suspiró – No tengo idea de que hablas.
Me senté en el frio suelo de mi habitación, pensando en las palabras de Georg. Estaba segura que había sido un sueño, pero ¿Dónde había comenzado?
Sophie: Debes tener razón – Estaba por continuar cuando la puerta de mi habitación se abrió y por esta apareció mi hermana pesadamente. Soltó un simple “El desayuno está listo, enana” y sin más cerró la puerta de un solo portazo.
Georg: ¿Qué ha sido eso? – pregunto riendo.
Sophie: Emma, debo bajar a tomar el desayuno –suspiré - ¿Te parece si…hablamos después?
Georg: ¡Espera! ¿Por qué no vienes al parque Halle? –Dijo – Todos nos juntaremos ahí, vamos que hay que celebrar antes que las clases comiencen.
Sophie: No lo sé Georg, no he empacado nada y mi padre ha estado raro últimamente.
Georg: Vamos Sophie, ¿Crees que tengo algo listo? – Reímos – Todos estaremos ahí, después del almuerzo. Te esperaremos.
Estaba por responder cuando Georg cortó al otro lado de la línea. Dejándome con las palabras en la boca. Me gustaba la idea de ir al parque, pero vamos que los humores de mi padre no había estado de lo mejor, y si lo que había pasado no era del todo un sueño, seguramente sería un “no”.
Salí de mi habitación sin haber tomado la ducha aún, baje las escaleras y luego de seguir por el pasillo llegue a la cocina. Mi madre hablaba animadamente con mi abuela, mientras mi abuelo preparaba el café y Emma usaba su móvil.
Sophie: ¡Hola Familia! –dije como saludo general, llamando la atención y un fuerte bufido por parte de otra.
Marie: Cariño – mi abuela se puso de pie y tomándome del rostro besó mi mejilla con sus labios suaves y arrugaditos – Apresúrate, que tu desayuno se enfría.
Me acerqué al mesón y tome un par de panqueques, untados con la deliciosa mermelada del abuelo. Un pequeño vaso de leche y sin pesármelo dos veces tomé un poco de fresas.
Joseph: ¿Cómo has dormido querida? – me preguntó mi abuelo, mientras tomaba asiento y mi madre continuaba hablando con mi abuela.
Sophie: Digamos que…bien – respondí antes de llevarme un pedazo de panqueque a la boca.
Joseph: ¿Digamos? –pregunto gracioso.
Sophie: Sí, tuve un sueño extraño –pause – demasiado para mi gusto.
Marie: ¿No estarás viendo películas de terror? –intervino mi abuela, sonriendo tímida ante su pregunta.
Sophie: Claro que no Abuela, sabes que las detesto…no me quiero arriesgar siquiera – reímos.
Caroline: ¿Y de que se trataba tu sueño entonces? – me tensé, observe a mi madre mientras ella sonreí cálidamente. Y todos me observaban ansiosos esperando mi respuesta – Mira que cuando te llegue a despertar, estabas muy extraña.
Sophie: No…no tiene importancia –sonreí nerviosamente, mientras llenaba mi boca de fresas tratando de disimular mi tensión.
Emma estaba a punto de hablar cuando mi padre entro por el gran arco de la cocina, soltando un sonoro -¡Buenos días!- y dejando un par de sobres junto al mesón. Tomo su tazón de frutas y seguidamente tomo asiento junto a todos nosotros.
Todos comenzaron a conversar animadamente, mientras yo seguía sumida en mis pensamientos, y buscaba la forma para ir al parque con todos los chicos.
Frederick: Niñas, ¿Cómo van con sus preparativos para la escuela? – levante mi vista, dejando de jugar con la fresa que quedaba en plato. Me encogí de hombros mientras mi padre me miraba atento y esperaba nuestra respuesta.
Emma: Lo tengo todo listo –soltó – Todo esta empacado ya, por tamaños, por colores y como mamá dijo, todo tiene mi nombre – Como siempre Emma, “La señorita perfecta”. Como mi padre deseaba que fuera, siempre como mi hermana.
Frederick: Eso es excelente, ¿Cómo vas tú, Sophie?
Sophie: Bien –susurré, sin observarlo.
Frederick: ¿Bien, no más? Me pregunto por qué no aprendes de tu hermana, deberías tenerlo todo listo ya. Deberías de ser como ella.
Sophie: Exacto. Debería, pero no lo soy papá – dije, ahora si observándolo directo a los ojos – Si me permiten, iré a tomar un baño.
Sin esperar más, me levante de mi asiento y luego de lavar mis platos rápidamente y agradecer por la comida salí corriendo escaleras arriba. Odiaba que siempre que me topaba con mi padre, había razón por la que peleáramos o me llevara un sermón. Si no era por no ser como Emma, era por los chicos ó por una simple mosca que pasara frente a nosotros, sin importar qué, siempre terminábamos peleando.
Abrí la regadera y dejé correr el agua por mi cuerpo, refrescando hasta el último rincón de este. Lavé mi cabello y luego de un buen rato de enjuague, enjaboné todo mi cuerpo, sintiendo ese olor tan característico que solían soltar los jabones al tocar con el agua y desprender el vapor. Me enjuague por última vez antes de apagar la ducha y salir del baño enrollándome una toalla.
Me acerqué al espejo mientras desenredaba mi cabello lentamente, me eche un poco de crema en el rostro y me acerqué a la puerta que abría al closet. Me vestí con un lindo vestido color crema, lo até con un pequeño hilo por la cintura y me puse un par de zapatos abiertos, los cuales tenían un diseño de flores perfectamente a juego. Opte por ponerme también un delgado jersey de lana, que tapaba mi espalda y lucia increíblemente mi pecho.
De nuevo me observe al espejo, últimamente había estado muy pálida y no sabía a que se debía. El clima había estado cálido y el invierno no amenazaba con aparecer todavía. Luego de lavar mis dientes me maquille un poco, no exagerado, simplemente lo del gasto. Sequé un poco mi cabello y lo deje caer suelto por mis hombros.
Según mi madre empezaría en Dunsfogg en tan solo dos días, por lo que después de haberme terminado de “arreglar”, comencé a preparar todas las cosas para la escuela. Mis cuadernos y libros estaban ya todos forrados, nada especial, simplemente al estilo Sophie.
Mi ropa hacía toda regada sobre mi cama. Trataba de decidir que sería conveniente llevarme, pues aunque Dunsfogg no quedara tan lejos de casa, solo regresaría cada fin de semana, no todos los días. ¿Entonces, que llevaba? Metí varios pares de zapatos, de ese tipo que combinaban con todo. Algunas blusas que servirían de base y pues lo demás simplemente pantalones, faldas y uno que otro vestido. No quería exagerar, pero vestir bien para mí era algo esencial.
Estaba por terminar cuando sentí una voz llamarme desde la planta baja, no sabía si se refería a mí, pero aún así decidí bajar. Cerré la puerta tras de mí y me encamine hacía la cocina, pero no había nadie. Avance hacia el despacho del abuelo, esperando encontrar a alguien ahí. Observe la puerta de la gran entrada y fue entonces cuando topé con una pequeña cajita que hacía en el suelo. La tome entre mis manos y la observe detalladamente. La mezcla de colores amarillo y naranja que la adornaban te hacía querer abrirla de inmediato, pero ni siquiera sabía para quien era.
La acerqué a mi oído y la removí lentamente, tratando de “adivinar” que se encontraba dentro.
-¿Qué haces con eso? – dijo una voz tras mi espalda, haciéndome pegar un respingo.
Sophie: Mamá –dije volteando a verla – Perdona, no sabía de quien era.
Caroline: Por lo mismo, no deberías de estar tocándola –rió, mientras yo hacia una mueca de disgusto – Mi pequeña, no te preocupes…igual esa cajita es para ti.
Sophie: ¿Para…mí? – pregunte asombrada. Mi madre asintió mientras ensanchaba más su sonrisa. Removió un poco la gran moña que tenía por encima y me mostro una linda etiqueta que decía; “Para mi querida Sophie”
Caroline: Ni preguntes de quién es, porque nadie en esta casa lo sabe – rió – Lo único que está claro, es que es para ti – Me beso la mejilla, poco antes de encaminarse hacia el despacho del abuelo. Pero antes de entrar por las grandes puertas se volteo y me observo dudosa - ¿No tienes ningún enamorado por ahí, eh? – Reí nerviosamente, mientras mi madre negaba con su cabeza graciosamente – Ábrelo y luego nos contaras.
Sophie: ¿Nos? – pregunté incrédula
Caroline: Esta bien, me contaras – sonreí, mientras ella me giñaba un de sus ojos.
Sophie: ¡Espera! –Grite, llamando nuevamente su atención - ¿Tu me has llamado hace unos minutos atrás? ¿O ha sido papá?
Caroline: No cariño, supongo que fue tu abuela –pensó – Tu padre ha salido hace más de media hora a su oficina y no creo que regrese hasta la cena – Esa era una noticia genial, si mi padre no estaba, podría salir con los chicos al parque. ¿Pero, porque mi padre ni siquiera me había dicho adiós?
Sophie: Buscaré a la abuela entonces – sonreí de medio lado – Por cierto mamá, ¿Puedo salir hoy al parque?
Caroline: Claro, mientras tengas todo listo para la escuela, puedes salir – Sin decir más mi madre entro en el despacho y cerró las puertas tras de ella. Seguro quería hablar con el abuelo. Y lo mejor de todo, ¡Si podría salir con los chicos!
Llamé a Lola para que pasara por mí, según me había dicho el dichoso parque no quedaba tan lejos de casa, pero como no conocía, mi amiga se había ofrecido a “guiarme”. Como mi madre me había dicho, terminé de alistar todo lo que llevaría a Dunsfogg y luego de pasar el medio día bajé a almorzar.
Ya estaba lista, esperaba ansiosa a mi querida amiga. Debía aceptar, que las ganas de ver a todos eran gigantes y no podía aguantar más. Estaba por bajar a tomar un vaso de agua para perder un poco de tiempo, cuando recordé la pequeña cajita que había encontrado abajo. Mi regalo.
Me preguntaba que podría ser, de quién y ¿Por qué un regalo? Así que sin pensarlo dos veces lo tomé en mis manos y sentándome en la amplia cama de mi habitación comencé con observar detalladamente la etiqueta, que con una letra perfectamente hermosa marcaba las palabras “Para mi querida Sophie”
Me deshice lentamente de la gran moña, dejando la tapa completamente libre. Con sumo cuidado la levante, mientras miles de papelitos de colores comenzaban a desbordar por los lados. La destapé completa y una nota apareció en su interior. La tomé entre mis manos nerviosas y la extendí, observando de nuevo la misma hermosa letra de la etiqueta. Comencé a leer y entonces un enorme vuelco ataco mi corazón-
Querida Sophie;
Sé que me llevaras por loco, por lo demente, lo que desees. Pero te debo agradecer por tu gran amistad, en lo poco que llévamoslo siendo. Eres una chica impresionante, que aunque suene mal, me hace despertar cada día. Esa sonrisa que con pocas veces que la he visto me hace sonreír también. Esos ojos que son el alma de tu ser y muestran a esa Sophie tan única. Y por último, Esos labios –que aún no los he probado- muestran cada una de tus hermosas palabras, que al resonar en mi oídos se vuelven una melodía armoniosa. Gracias Sophie, gracias por hacerme revivir…
Te quiero muchísimo.
-Apreté la pequeña hoja fuertemente contra mi pecho. Esas palabras, esas palabras me ponían los pelos de punta. ¿Probar mis labios? ¿Hacerlo revivir? No entendía quien podría haber escrito eso. No había remitente, no había nada, más que una simple firma que no era más que un garabato. ¿Quién había escrito esto?
Mis nervios comenzaron a aflorar, y aunque me encantaban esas palabras, en mi cabeza no cavia la idea que eran dirigidas para mi, y mucho menos de no saber quién me las dirigía. Me levanté de golpe, botando sin notar la pequeña cajita. Los papelitos que se encontraban en su interior volaron, mientras un brillo en el fondo de esta llamó mi atención.
Me agache y tomando ese brillo hasta el fondo, saqué una hermosa cadena plateada con un dije hasta el final. Lo tome con ambas manos y lo palpe con mis dedos. Era completamente hermoso. Una linda letra “s” en color plata caía de esa delgada cadena. Acompañada de un pequeño diamante que le daba un brillo único, completamente bello.
Lo observé por última vez y lo coloqué alrededor de mi cuello, me observe al espejo, mientras con mis dedos trataba de realizar que este regalo era para mí. Era hermoso, con la inicial de mi letra y mi piedra favorita…los diamantes. Sentía mi corazón agitado, nervioso y aún dudoso, así que decidí que sería el momento de tomar un buen vaso de agua. Guarde la pequeña hoja en la caja, para guardar esta finalmente en mi mesa de noche. Arreglé mis cabellos y sintiendo de nuevo ese hermoso dije en mi cuello, me decidí en bajar.
Me acerqué al gran arco que daba paso al comedor, para luego pasar a la famosa cocina. Avancé algunos pasos y levanté mi vista topándome con una chica bastante joven, rechonchona y de aspecto dulce. La observe con los ojos muy abiertos, mientras ella con su uniforme azul marino no paraba de sonreírme.
Sophie: ¿Amelia? ¿Eres tú? – Pregunté aun procesándolo en mi cabeza.
-¿Cómo sabe usted mi nombre? ¿Su abuela se lo ha dicho ya? – negué seguidamente con mi cabeza, mientras ella mi miraba nerviosa.
Sophie: ¿Amelia Kraftberg, no? – Ahora ella asintió rápidamente, mirándome todavía nerviosa -¿Eres la nueva…mucama? – Ella asintió de nuevo. Suspiré y la observe detalladamente – Amelia, sé que sonará loco pero… ¿Nunca antes me habías visto?
-No señorita, su abuela la mención…sí, pero no más – dijo en un susurro.
Sophie: ¿Y… tú nunca has trabajado en un, hospital? – Por primera vez en toda la conversación, negó más tranquila. Mientras una sonrisa surcaba su rostro.
Amelia estaba por responder cuando la puerta de la entrada sonó, y por el arco de la cocina aparecía mi madre. Nos observo a ambas simultáneamente mientras a paso lento se acercaba a mí.
Caroline: Veo que haz ya se han conocido –soltó, mientras otra de sus típicas sonrisas cruzaba su rostro - ¿Amelia? – Ella inmediatamente desvió la vista de mí, para con un simple “diga señora” seguir las indicaciones que mi madre le daba.
-Señorita Aussen – dijo Amelia, llamando mi atención. La observe y sonriéndole le di paso a que hablara – Con su permiso, debo decirle qué su dije es hermoso – sonreí, mientras sentí como mis mejillas tornaban color- Como anillo al dedo, le queda perfecto.
Caroline: Sí, es hermoso – rió traviesa, como niña chica – Ya luego nos contaras a ambas que hay entre manos ¿Eh? – Sonrió alegremente – Ahora, Amelia ¿Me acompañas? – Amelia junto a mi madre salieron por el gran arco, mientras yo seguida sumida en mis pensamientos. Mi madre regreso a la cocina y en un rápido grito me dijo – Cariño, ¡Lola ya está aquí!
Avancé rápidamente hacía la entrada principal y abrí la gran puerta de caoba. Lola me observo con una amplia sonrisa en sus labios, mientras seguidamente me rodeaba en un amplio abrazo.
Lola: ¿Qué cuenta la mejor amiga en todo el mundo? – Pregunto mientras reí graciosa y posaba sus manos en su cintura.
Sophie: No sabes cuanto –suspiré – La verdad, tengo más dudas que chismes.
Lola: ¿Dudas? –cuestionó picara, mientras ponía los ojos en blanco. Asentí rápidamente, mientras ella comenzaba a reír locamente – Perdona amiga, pero eres muy graciosa.
Sophie: No dije siquiera algo gracioso – dije sonriente – Pero bien, ¿Vamos?
Lola: ¡Pero Sophie! – dijo alargando la letra e. – No hay prisa. ¿Ó acaso quieres ver a alguien en especial, eh?
Sophie: Cállate –le espete en broma, mientras cerraba la puerta tras de mí y comenzábamos a caminar en dirección al parque – No es eso, simplemente llegaremos tarde.
Lola: Claro, claro…si tú lo ves así – rió – Por cierto, ¿Te lo ha dado ya?
Sophie: ¿Darme qué? ¿Quién? – dije parando en seco y observándola dudosa.
Lola: Pues… – Lola paro también, mientras observaba mi cuello atenta y una sonrisa rápida aparecía en sus labios - ¡Te lo dio! ¡TE LO DIO! – Dijo gritando como loca - ¿No es hermoso? ¿NO LO ES? – decía de una lado para otro de la acera, mientras yo la miraba sin entender.
Sophie: ¿Perdona?
Lola: ¡El dije! ¡TU dije! – Seguía gritando - ¡Ah! ¡TE LO DIO, POR DIOS! – esa gran sonrisa no se borraba de su rostro y sus agudos gritos me lastimaban los oídos. ¿Qué era tan genial?
Sophie: ¡Espera! – Dije tomándola por los hombros de golpe, mientras ella todavía me observaba sonriente -¿Tú sabes de quién es este regalo? – Lola llevo sus manos a su boca, tapándola rápidamente, como si se le había escapado algo.
Lola: ¿No…lo sabes? – dijo en un hilo de voz. Negué varias veces mientras su expresión se iba desfigurando – Bien, entonces yo tampoco.
Estaba por reclamarle, cuento sentí una presencia tras de mí. Lola curvo una sonrisa picara mientras se cruzaba de brazos y se encogía de hombros. La observe dudosa hasta que oí su vos tras de mí.
-¿Interrumpimos? – la voz de Tom traspaso mis oídos como una melodía. Volteé lentamente, nerviosa.
Lola: ¡Para nada! – Intervino Lola – En realidad ya íbamos para ya, ¿No es así Sophie? – sentí las miradas posarse sobre mí. Sonreí de medio lado mientras asentía. Ambos gemelos posaban su mirada sobre mi dije, como queriendo descifran de donde provenia. Y Georg me observaba picaro, tal como su prima.
Georg: Vamos al parque entonces, par de lentas – dijo entre dientes.
Comenzamos a avanzar, mientras lola se acercaba hacía mi y de nuevo con esa sonrisa picara me decía.
Lola: ¿Feliz que ya has visto a tu amor? – abrí los ojos desmedidamente, mientras ella soltaba una risita graciosa.
Sophie: ¿De quién hablas?
Lola: Vamos Sophie… ¿Qué no es suficientemente obvio?
Sin borra esa sonrisa avanzo un poco más que yo, dejando me un poco atrás y un poco que pensar… ¿Se refería a Tom? ó ¿Bill también estaba en este juego?
Continuará...
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¡Bonus!
Como pudieron ver a Fallen Apart al caricáturesco, les tengo otra imagen. Como sabén una amiga muy cercana a mi y también fan de Tokio Hotel es la gran dibujante, espero les guste.
MaJo - Fallen Apart Fic
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