Capítulo 13
Lentamente comencé a abrir mis ojos, tratando de saber que estaba pasando. De inmediato una Luz blanca y fuerte me hizo cerrarlos de nuevo. Evitándome una buena ceguera. Los abrí de nuevo, de golpe. Entonces observe la habitación con curiosidad, era blanca en su totalidad y unos pocos adornos la hacían más “decorativa”. Sentía ese olor tan peculiar de los hospitales, vale que ya había comprendido que estaba en una camilla, llena de cables y grandes aparatos que hacían sonar un molesto pitido. Pero ¿Cómo había llegado hasta aquí?
Sin pensarlo dos veces me levanté lentamente de esa camilla tan poco cómoda. Y Quitándome las ventosas pegadas a mi cuerpo caminé hacia la puerta. Tomé el pómulo y comencé a abrirla tratando de no hacer mucho ruido. Me asomé para luego salir y cerrar la puerta tras de mí. Opté por caminar pon la derecha, el pasillo era largo y prácticamente abandonado. Unas camillas vacías cerca de las orillas y una cantidad de puertas a ambos lados. Este también era blanco, con unos pocos cuadros y una que otra silla.
No había nadie ahí así que opté por tomar el lado izquierdo, me volteé y comencé a caminar lentamente. Mi cabeza latía y retumbaba a cada segundo, como si un gran Bongó sonara en su interior. No me importó y continué. Varias enfermeras pasaban tras de mí sin siquiera mirarme, parecían no notar mi presencia. ¿Es que estaba muerta?
Seguí caminando, con ese gran camisón que me cubría de pies a cabeza. Otro pequeño pasio le seguía a mi camino, me asome y distinguí una silueta muy conocida. Me acerqué mas a esa persona que se encontraba sentada y en el mayor de los silencios y con calma dije su nombre.
Sophie: Lola – ella volteó, observándome con un rostro cansado y con ojos pesados.
Se puso de pie rápidamente y se acercó a mí a paso rápido. Sonrió al verme y sin pensarlo dos veces me abrazo fuertemente.
Lola: Me alegra que estés bien – dijo en un susurro.
Sophie: ¿Me podrías decir que ha pasado? – Susurré también – Mi cabeza duele mucho y simplemente no recuerdo nada.
Lola: ¿Te duele? – Dijo algo exagerada - ¡Debo buscar a una enfermera!
Sophie: ¡No! – Le corté – Estoy bien así. Solo necesito saber porqué estoy aquí.
Lola: Sophie, no sé si sea la indicada para decírtelo. - ¿A que se refería con eso? ¿Algo tan malo había pasado?
Sophie: ¿Dónde está Bill? – No sabía porque había preguntado aquello, pero en ese momento lo quería ver a él – Quiero verlo.
Lola: ¿Por qué quieres verlo a él? –Rió - ¿No quieres ver a tus padres? ¿A tus abuelos?
Sophie: No, quiero ver a Bill.
Lola: No tengo idea de donde esté, hace unos minutos todos bajaron a la cafetería. Llevamos bastante aquí.
Una mano se posó en mi hombro al mismo tiempo que Lola terminaba de hablar. Volteé rápidamente y observe una mujer con un lindo vestido blanco, lo que parecía ser su uniforme. La observe, Era una chica bastante joven, rechonchona y de aspecto dulce. Me sonrió cálidamente y dijo;
-¿Señorita Aussen? – Asentí rápidamente, mientras ella quitaba su mano de mí hombro y miraba a Lola suspicazmente – Será mejor que regresemos a su habitación, el doctor la revisará.
Asentí sin pensarlo, mientras Lola me sonreí y me besaba la mejilla. Comencé a caminar en dirección a mi dichosa habitación seguida de la enfermera, siguiendo todo el camino que minutos atrás había tomado.
-Recuéstate – me ordenó cortésmente.
La observe dudosa y me acerqué a la camilla, me subí hasta que las mantas taparan mi cuerpo. La enfermera se acercó más a mí y observándome sonriente tomo mí muñeca con una de sus manos y con la otra coloco dos de sus dedos sobre esta, a modo que tomaba mi pulso.
- Excelente – dijo en un susurro – Señorita Aussen, Soy la enfermera Kraftberg, mucho gusto – me sonrío de nuevo y tomo mi mano en forma de saludo.
Sophie: El gusto es mío – sonreí - ¿Cuál es tu nombre?
-¿En verdad lo quiere saber?–dijo con aires de gracia, mientras su sonora carcajada invadía la habitación- No creo que se apropiado decirlo.
Sophie: ¿Por qué? – Le corte sonriendo - ¿Acaso está mal? Vamos, estás en confianza.
-Amelia – soltó de repente – Ese es mi nombre.
Sophie: ¡Pero sí es hermoso! –Dije sin duda – Amelia Kraftberg, suena genial.
Amelia: Gracias Señorita Aussen – rodeo la cama y comenzó a revisar esos grandes aparatos, colocándome de nuevo todas la ventosas.
Sophie: ¿Amelia? – un sonido proveniente de su garganta me hizo entender que me escuchaba – Por casualidad, ¿No sabes como llegué aquí?
Amelia: Se abrió la cabeza.
Sophie: Eso lo sé – dije claro – ¿Pero cómo me la abrí?
Amelia: Por la fiesta en su casa, supongo.
Sophie: ¿Fiesta? – no recordaba nada, ni la tal fiesta, ni la forma en cómo me había abierto la cabeza. Lo único que sentía era el dolor, más no parecía haber ni un solo recuerdo en mi cabeza de cómo había pasado todo - ¿Hubo una fiesta en mi casa?
Amelia estaba por responder cuando la puerta de la habitación se abrió lentamente. Tras de ella apareció un hombre alto y rubio, con unos ojos azules como el mar y ese uniforme tan característico de los doctores. Al verme me sonrió, se acerco a Amelia y le dijo algo que no logre entender. Se acercó a la camilla y tocó suavemente mi herida.
-¿Te duele todavía? – preguntó por lo bajo.
Sophie: Es más la molestia de este camisón, ya no duele mucho – reímos. Mientras yo trataba de acomodarme en esa camilla tan incómoda.
-Soy el doctor Higgins, Sophie – estrecho su mano junto a la mía y me sonrió cálidamente, su sonrisa era encantadora – Fui yo el qué te opere, espero te sientas mejor.
Sophie: Gracias Doctor – dije - ¿Hace cuanto qué estoy aquí?
Dr. Higgins: Desde hace 4 días, después de la operación no habías despertado – suspiró – hasta hoy.
Sophie: Vaya... – Dije sorprendida – Nunca creí que llevara tanto tiempo dormida.
Dr. Higgins: Ya ves, ahora no tienes escusa de estar cansada – Sonrió, palpo mí herida una vez más, con sumo y delicado cuidado – Llamaré a tus padres mientras te cambian la venda.
No tuve tiempo siquiera para quejarme, pues el Doctor había salido disparado por aquella blanca puerta. Recosté mi cabeza sobre la suavidad de la almohada y me acomodé mejor. Acerqué mi mano a mi herida, con miedo a saber que tenía. Toqué mi cabello y seguido mis dedos comenzaron a palpar suavemente la costura, sintiendo ese pedacito de piel tan suave y desagradable a la vez.
Sin pensarlo presioné mi herida con dos de mis dedos, y entonces “Gritos, gente... golpes”. Varios recuerdos golpearon mi mente sin aviso, seguido de un dolor completamente insoportable. Las imágenes pasaban seguidamente frente a mis ojos. “Tom, ¿Qué has hecho?” Sentía una presión insoportable sobre mí pecho, agitando mi respiración y acelerando mis sentidos. “¡Basta, basta ya!”. Las palabras retumbaban en mi cabeza, haciéndome sentir como en un deja-vú.
Entonces, abrí los ojos segándome de nuevo con esa blanca luz. Observe hacía la puerta y ahí lo vi, parado observándome atento y sonriente. Sin pensarlo dos veces me separé de la cama a traspiés, haciéndome caer levemente. El me tomó de cada brazo e inmediatamente lo abrasé, sintiendo su dulce y rico aroma.
Sophie: Estás aquí, estas aquí, conmigo – le sonreí radiante, era mi amigo, era mi Bill.
Bill: No puedo creer que estés mejor, todos estábamos preocupados por ti – el también sonrió, mientras tomaba mi cara en su manos y posaba sus suaves labios en mi mejilla - ¿Cómo te sientes?
Sophie: Como nunca, tu compañía me hace sentir mejor – Bill rió suave, mientras con una de sus manos rascaba su nuca, haciéndome sentir nerviosa.
Bill me tomó de las manos y me sentó lentamente en la camilla, se acercó a mí y cuidadosamente revisó mi herida. Suspiró y lentamente se sentó a mi lado.
Bill: La herida está mejorando ¿No? – lo observe graciosa, mientras el simplemente se encogía de hombros.
Sophie: No lo sé. Hasta hoy desperté y mira que no me acuerdo de nada – la sonrisa que estaba plasmada en su rostro desapareció, mientras yo ahora me encogía de hombros - ¿Tú sabes que fue lo que sucedió? – sonreí, más el no lo hizo – Lo he preguntado a cada simple persona que pasa frente a mí, pero nadie responde a mis dudas.
Bill: ¿No recuerdas absolutamente nada? – su voz sonaba preocupada. No entendía porque cada vez que pregunta eso a alguien, nadie lo sabía responder.
Sophie: No, absolutamente nada – dije con miedo – Pero, antes de que vinieras tuve una especie de Deja- vú.
Bill: haber, explícate mejor –me acomodé y lo observe directo a los ojos.
Sophie: Fue una sensación extraña. Sentía como mil imagines pasaban frente a mis ojos como una película – suspiré – sentí como muchas personas gritaban algún nombre, haciendo un circulo, y luego como dos personas desparramadas en el suelo se golpeaban sin parar.
Bill: ¿No recuerdas haber visto a nadie conocido? – susurró
Sophie: Sí, decía el nombre de Tom por alguna razón – observé la pequeña ventana que tenía la habitación, y me acerqué a esta. Afuera llovía como nunca, las gotas mojaban la ventana fuertemente y el frió del exterior la empañaba, volviendo invisible el paisaje – Que día tan triste.
Bill no respondía, lo observe mientras él simplemente miraba hacía el suelo y rascaba su nuca. Me senté de nuevo a su lado y sin pensarlo dos veces, besé su mejilla.
Sophie: Gracias – susurré. Bill me observo impresionado, mientras una hermosa y picara sonrisa aparecía en su rostro, contagiándome y haciéndome sonreír aún más. Me rodeo con sus brazos, mientras yo sentía su dulce aroma de nuevo.
Bill: ¿Te puedo hacer una pregunta? – sonreí
Sophie: ¿Vamos de nuevo con tus preguntas indiscretas? – dije en broma, haciéndolo reír también.
-¿Señorita Aussen? Sus padres la quieren ver – observé la puerta, donde dos pequeños golpes habían llamado mi atención y esas palabras me ponían alerta -¿Señorita Aussen?
Sophie: ¡Un segundo Amelia! – tome la mano de Bill y lo miré asustada – No te puede ver mi padre, no conmigo Bill. Escóndete bajo la camilla.
Bill: ¿Te has vuelto loca? –Susurró – No cabría allí pero ni en broma.
Sophie: Bill, ¿Te imaginas lo que nos haría mi padre? ¿No recuerdas lo que paso en las Canarias? – A regañadientes Bill se acacho y se metió bajo la camilla, y luego de soltar varios “auch” la habitación quedo en completo silencio - ¡Pasa Amelia!
La puerta se abrió, y por ella apareció esa chica dulce, Amelia. Me sonrió y abrió la puerta por completo. No sabía ni cuándo ni cómo, pero mis padres, mis abuelos, Georg y Lola se encontraban frente a mí.
Mi madre se acercó a mí y tomando mi cara me comenzó a llenarme de pequeños besos. Esos típicos de las madres.
Caroline: ¡Estás bien! – Sonrió nostálgica – No hemos llevado tremendo susto.
Sophie: Má, creo que están exagerando. Ahora estoy mucho mejor – sonreí, me sentía bien – Gracias a todos por venir, ¿Eh?
Georg: Lola y yo te hemos traído algo – se acercó a mí, mientras Lola lo seguía a paso lento. Me sonrieron y por detrás de ellos sacaron el arreglo de flores más hermoso que mis ojos había visto – Mejórate pronto, gruñona – con mucho cuidado de no lastimarme me abrazó, mientras mi sonrisa era imborrable y un par de lagrimas de felicidad brotaban de mi ojos.
Sophie: Gracias chicos, esto es asombroso – tomé a Lola de la mano y mientras seguía abrazando a Georg, la abracé también.
Mis abuelos también me habían llevado algunos regalos, Dulces, globos y una que otra tarjeta con el famoso “Gute Besserung” (Mejórate pronto). Todos llevaban más de una hora en mi habitación, todos hablábamos, pero en mi mente solo estaba una cosa presente, mi amigo Bill seguía debajo de la camilla y creía que estar ahí debajo por tanto tiempo no debía de ser nada cómodo.
Sophie: Má, me gustaría descansar un poco –dije en voz alta, llamando la atención de todos - ¿Sería mucha molestia si…?
Frederick: Todos pueden irse, pero tu madre y yo queremos hablar contigo a solas – lo observe con el disgusto marcado en mi rostro. ¿Cómo podía ser tan pesado?
Caroline: Frederick, amor, yo hablaré con ella –susurró, más para mi padre que para los demás. Pero era claro que había oído todo – Ve con tus padres, no estás en tus cabales y no quiero más problemas.
Frederick: ¿Bromeas Caroline? – El tono de vos de mi padre siempre era frio, pero ahora se notaba molesto, molesto conmigo.
Sin decir más mi madre lo observo retadora, esa gran mirada que solo las mujeres podían hacer. Mi padre no dijo nada, simplemente me vio directo a los ojos e hizo un amago de sonrisa. Sabía que estaba molesto conmigo, pues cuando era así actuaba como un niño chico, pero en estos momentos no tenía ni la más remota idea de cuál podía ser esa razón.
Sophie: ¿Qué le pasa a papá? – cuestioné
Caroline: Cariño – dijo acercándose a mí y acariciando mi mejilla con sus suaves dedos – Debo decirte algo muy importante, prométeme que escucharás con atención –Asentí dudosa, ¿Qué podía ser tan grave?
Mi madre suspiró, se separó de mí y se acercó a la ventana donde yo había estado horas atrás, cuando estaba con Bill. Comenzó a caminar de un lado a otro de la habitación, incrementando mis nervios y de paso mi curiosidad. Paró en seco, y observándome directo a los ojos me dijo;
Caroline: Tu padre –suspiró de nuevo, corrió un mechón de su cabello y me observo de nuevo – Tu padre no quiere que vuelvas a ver a los Kaulitz, nunca más – soltó de sopetón.
Trate de asimilar las palabras que salían de su boca, esas palabras que no parecían ser reales. La observe atenta y me pregunte a mí misma si esto era un tipo de broma personal ó era la cruda realidad.
Sophie: ¿De qué hablas Má? – Se acercó a mí y se sentó lentamente en la camilla - ¿Cómo puedes decir algo así? – reí nerviosa, esperando que dijera que no era más que una broma.
Caroline: Tu padre ha tomado la decisión que no iras a Dunsfogg –una lágrima corrió por su mejilla lentamente, mientras yo observaba la pequeña ventana de la habitación, que seguía siendo infestada por gotitas de lluvia.
Sophie: ¿Cómo no iré a Dunsfogg? Má, no hay otro lugar –dije tratando de mantener la calma- ¡Es imposible!
Caroline: Sophie, entiéndeme. Tu padre ha tomado las decisiones no yo –sentenció.
Sophie: ¿Oh si? – Dije levantándome de a poco de esa camilla - ¿Cuál es el maravilloso plan entonces? ¿Encerrarme en un castillo, y que me proteja un estúpido dragón? – mi tono de voz estaba perdiendo la tranquilidad, y todo signo de felicidad había desaparecido en mi ser.
Caroline: Cariño, será algo mejor.
Sophie: ¡No! – Le corté – Dime má, ¿Cuál es la estupenda idea de papá, eh?
Caroline: Irás a un internado – pausó intranquila – irás a un internado en Holanda, solo para mujeres.
Mi corazón se congeló, mi cerebro dejó de procesar y mi basta respiración se cortó sin más. Las palabras de mi madre retumbaban en mi cabeza como un eco incontrolable, un molesta pesadilla, otra de esas típicas bromas. La observe y lagrimas comenzaron a salir de mis ojos, sin aviso.
Caroline: Comprende qué es por tu bien.
Sophie: Mamá – dije con voz débil y quebrada – Estoy harta, harta que crean que uno puede rehacer su vida de la noche a la mañana, que uno es como una muñeca de trapo sin vida que hará las cosas sin razón. Estoy harta que me hagan la vida imposible. Y si ambos – Pausé, tome aire y entonces observe a mi madre directo a los ojos – Y si ambos creen que alejándome de mis verdaderos amigos harán una vida mejor para su pequeña y miserable Sophie, pues entonces sigan viviendo engañados.
Comencé a correr huyendo de esa enorme pesadilla, salí de esa habitación sin siquiera mirar a mi madre y recorrí rápidamente ese gran pasillo buscando una simple salida. Mi pecho subía y bajaba a paso rápido, y mi respiración se hacía entrecortada. Mi herida latía como un corazón desbocado, pidiendo ayuda para escapar y gritar con furia. Voces gritaban mi nombre y otros evitaban mi paso, pero yo tenía algo claro, no pararía.
Observe un elevador, y sin pensarlo de más, mis dedos tocaron cualquier botón frente a mí, tratando de abrirlo rápidamente. Ese timbre y segundos después ya estaba dentro, tocando de nuevo todos los pequeños botones, hasta que esa gran puerta metálica cerró frente a mí nariz.
No sabía por cuanto había corrido, escapado de la realidad y dejado atrás todos mis miedos. Sentía el movimiento del gran elevador y también mi fuerte respiración, agitada y exhausta. Las puertas se abrieron de nuevo y mis piernas no dudaron en correr. Observe la gran puerta principal y un minuto después la fuerte lluvia de la noche, daba de llenó en mi rostro.
La lluvia era fría y triste, pero no estaba dispuesta a parar, a dejar que mis miedos me alcanzaran. Corrí bajo esa continua lluvia, y de repente choqué contra ese cuerpo duro y macizo. Levanté mi vista y lo observe asustada.
Sophie: Tom
Tom: Sophie - dijimos al unisonó, observándonos atentos bajo esa fuerte lluvia.
Me acerqué más a él y exhausta me dejé caer en su hombro. Rodeé su cuerpo con mis débiles brazos y apoye mi cabeza muy cerca de la suya. Me acercó más a él y mis lágrimas no dudaron en salir, mezclándose con el agua que nos caía desde el cielo.
Continuará...
Fallen Apart Fic - MaJo
1 comentarios:
Woooow, pobre Sophie, que bajon que le pase todo esto..
Creo que es un claro ejemplo de las tipicas decisiones que toman nuestros padres por nosotros, arruinandonos la vida :/ Espero que cambien de idea con respecto al internado..
Que locura todo esto de los Kaulitz nooo?? :D Me encanto el final de este capi!!! T&S♥ aunque...falto el BESO:) Lluvia+chico+chica=kiss♥ ahhahaha :)
Me encanto este capi ^^
Te adoro Majo♥, besos!
* ahahahha NO TE OLVIDES DE BILL BAJO LA CAMILLA!! jajajaja xD
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